
SHAMIR.ROJAS
Investigación y Desarrollo
La Responsabilidad Social Universitaria:
Un Desafío Integral para la Educación Superior
Introducción
En las últimas décadas, el concepto de Responsabilidad Social Universitaria (RSU) ha cobrado gran relevancia en el ámbito de la educación superior, especialmente en América Latina. Sin embargo, a pesar de los avances teóricos y los esfuerzos de muchas universidades por implementar políticas de RSU, aún persisten numerosas falacias y confusiones que impiden su plena comprensión y aplicación efectiva. En este ensayo, analizaremos las principales falacias identificadas por François Vallaeys en su artículo "Las diez falacias de la Responsabilidad Social Universitaria" y argumentaremos por qué la RSU debe entenderse como un desafío integral que implica una reforma profunda del modo de ser y operar de las universidades.
Desarrollo
Una de las falacias más comunes y perniciosas es reducir la RSU a un mero compromiso voluntario de la universidad con su entorno, en lugar de una responsabilidad por los impactos que genera en la sociedad y el medioambiente. Esta visión limita la RSU a acciones filantrópicas discrecionales, sin cuestionar los procesos internos y los paradigmas epistémicos que pueden estar causando impactos negativos. Como bien señala Vallaeys, la responsabilidad no es un acto de generosidad, sino un deber ético anterior a cualquier libre decisión. Las universidades deben responder por las consecuencias de sus acciones y omisiones, más allá de las buenas intenciones.
Otra falacia frecuente es pensar que la RSU se cumple solo con proyectos de extensión solidaria hacia comunidades vulnerables. Si bien estos proyectos son valiosos, no bastan para transformar el modo de producir y transmitir el conocimiento. La RSU exige permear la docencia, investigación y gestión con valores de justicia, inclusión y sostenibilidad. Requiere formar profesionales éticamente responsables, generar conocimientos socialmente útiles y gestionar los campus con criterios de buen gobierno y cuidado ambiental. No se trata de "añadir" la RSU como un tema más en la malla curricular o crear una oficina específica, sino de transversalizarla en todos los ámbitos universitarios.
Un error conceptual que subyace a varias falacias es confundir la RSU con una suerte de "ayuda" unilateral de la universidad hacia la sociedad. Esta visión ignora que la universidad es parte de la sociedad y sus impactos la afectan a ella misma. También desconoce que otros actores sociales tienen saberes valiosos que la universidad necesita aprender. La RSU implica co-crear el conocimiento con las comunidades, en relaciones horizontales de reciprocidad. No se trata de "proyectarse" hacia el entorno, sino de dejarse permear por él y responder a sus demandas.
Quizás la falacia más grave sea instrumentalizar la RSU para fines de marketing, a través de premios y certificaciones que no reflejan un compromiso genuino. Esto desvirtúa el sentido ético de la responsabilidad y la reduce a una estrategia cosmética. Las universidades no deberían buscar "parecer" responsables, sino "ser" responsables en su esencia, aunque eso no les granjee reconocimientos públicos. La coherencia entre el discurso y la práctica es fundamental para la credibilidad y el impacto real de la RSU.
Conclusión
En suma, la RSU es un desafío integral que interpela a las universidades a repensarse y transformarse en todos sus procesos, desde una ética de la responsabilidad por los impactos sociales y ambientales. Más que un tema adicional o una función específica, es un modo de ser universidad en el siglo XXI, comprometida con la justicia social y la sostenibilidad. Para ello, es crucial superar las falacias reduccionistas y comprender la RSU como una reforma sistémica, participativa y transparente. Solo así las universidades podrán ser agentes de cambio que contribuyan a construir un mundo más equitativo y sostenible, en alianza con los diversos actores de la sociedad. La RSU es un horizonte necesario y urgente para la educación superior latinoamericana y global.